
En esta sección subimos anécdotas de jugadores o cosas que pasaron en Torre
Si tenés alguna buena no dudes en comunicarte y pasarla.
Avakian – Cardella – Labollita – Carlos E. López – Graciela López – Lutvak – Olivera – Palmieri – Stratta – Volman – Zambenetti
Texto de Jorge Avakian
Jaque Mate Rey Dos Aquí Torre Blanca. Cambio. Vic Morrow, Serie Combate.1962
Texto de Camilo Cardella
Ajedrez Viviente Lomas de Zamora 1984
Textos de Carlos E. López
Aquellos fueron los años
Texto de Graciela Lopez
El Ajedrez Viviente en la Feria del Libro de 1977
(ver acá el texto completo del director de esta puesta)
Torre Blanca, más que ajedrez – La historia del ajedrez viviente del 77
Primer Congreso el Niño y El Ajedrez
Horacio Olivera
Texto Defensores de Almagro
Audios
Match Torre Blanca vs Arquitectura y la partida suspendida
Match contra Villa del Parque y el Habano salvador
Marin vs Peralta y el rechazo de tablas
Héctor Santos y el poema de la última Sala
Algo de historia y el primer Match «guerra» de la historia vs el Club Argentino de Ajedrez
Texto de Francisco Palmieri
El equipo cadete y el menor responsable…
Texto de Rodolfo Stratta
Torre Blanca y el Rating ELO
Reportaje a Martín Labollita, ganador del abierto de Mar del Plata
La Nación – 30 de abril de 2000
La Nación – 7 de agosto de 2012
Una anécdota de Víctor Zambenetti en la Revista Orsai
Torre Blanca, más que ajedrez
La historia del ajedrez viviente del 77
por Simón Lutvak (Nickname: Simonjalu)
Estoy seguro que fue a fines de 1976 y casi casi que fuera un viernes tipo 19 o 19:30 hs. cuando llegué al club, a la casona de Díaz Vélez casi esquina Salguero. Era de mis tantas habituales escapadas para jugar unos «pingpones», conversar con amigos o ayudar en la suspendida de alguien conocido. Con mis 20 años recién cumplidos, la facu en receso y algunas clases que dictaba en forma particular, Torre Blanca era mi club, el club de mi barrio, mi lugar de pertenencia. Jorge Serrano, el presidente de Torre en ejercicio, estaba en el patio/galería, no recuerdo con quien, pero conversaba muy entusiasmado, comentaba su entrevista con las autoridades de la Feria del Libro. Sabía que tenía esa reunión y como todos, esperaba una vez más estar invitado a participar dictando simultáneas. Cuando me vio llegar me dijo: –Vení, con vos quería hablar. ¿Te animas a escribir el guión de un ajedrez viviente?
El 26 de febrero de 1977 se inauguraría la IIIº Feria Internacional del Libro en el predio Municipal de la Ciudad de Buenos Aires, Torre Blanca tendría nuevamente un stand (de hecho nuestro club es el único expositor que ha estado en todas sus versiones y van, a la fecha, por la número 46º). Este evento cultural había tenido en el año anterior más de 300.000 visitantes y se esperaban muchos más para la venidera exposición.
En las dos versiones anteriores nos acomodábamos en la galería del primer piso del predio municipal. Cualquiera que visitaba la Feria podía sentarse a jugar en alguno de los 12 tableros que disponíamos y resultaba bien aprovechado por nosotros para promocionar el club y sumar unos pesos a la tesorería con la venta de libros de ajedrez.
El presi (Jorge Serrano) nos contaba que le habían preguntado en la reunión qué otra actividad podría hacer con el ajedrez y fue él quien sugirió la «obra». Le ofrecieron inmediatamente el Teatro Colón para todo lo relacionado con el vestuario, ya que la Feria estaba (y sigue estando) organizada por la Ciudad de Buenos Aires, y el famoso teatro está en su órbita. Me dijo: –Pero hagamos algo con humor, donde las piezas tengan vida, que no solo se reproduzca una partida.
El guión
Me llevé de la biblioteca del club varios libros para seleccionar una partida. Me dedicaría todo el fin de semana a escribir el guión, estaba muy entusiasmado, las ideas me brotaban a caudales. Me impuse algunas pocas consignas. La partida debería ser corta, menos de 30 jugadas, tendría que ser vistosa, de ataque, con varias piezas involucradas, incluiría una coronación (me lo imaginaba como un buen efecto teatral) y no más de 5 o 6 escenas con pinceladas de humor. Analicé más de 100 partidas en dos días (nunca había estudiado tanto ajedrez y eso que era mi mejor época en el juego). Finalmente encontré una con todos los condimentos y fui escribiendo los gags a medida que la reproducía una y otra vez.
Debía haber un relator, alguien que le contara al público lo que estaba sucediendo, para incluir a quienes no fueran aficionados al juego y además para ayudar al público a entender las escenas que estando a nivel del tablero no pudieran apreciar en su dimensión. Lo diseñé como un choque de generaciones y/o estilos, las blancas serían más formales y «serias» y las negras con más onda, atrevidas, un poco rebeldes.
En cuanto a los gags había un caballo sordo, que no escuchaba las indicaciones para moverse que el jugador le hacía desde su silla de umpire de tenis (por cierto el Lawn Tenis Club nos facilitó dos para el evento), un mitin, tipo scrum, que las piezas negras realizaban en medio de la partida para decidir en forma independiente la próxima jugada, la rebelión de las piezas negras capturadas que de pronto irrumpían en el tablero tratando de volver al juego, la mencionada coronación, el festejo de las piezas al dar mate y alguno que otro más.
En cuanto a la coronación debo decir que si hubiera escrito el guión en estos tiempos sería diferente. En los 77 seleccionamos una «peona» para que fuera coronada. Cuando llegaba a la promoción, retiraba su cofia de la cabeza, luego el fiscal de la partida le colocaba una corona de reina mientras el locutor describía la escena. Este último mencionaba la suerte que habíamos tenido de que se tratara de una peona y no de un peón, era parte de las pinceladas de humor. Sin embargo, hoy en día, lo hubiera diseñado con un peón-varón, y mejor si fuera pelado y con barba, lo hubiéramos travestido durante la coronación y el locutor hubiera descripto la escena utilizando lenguaje inclusivo.
Al lunes siguiente fui al club para presentar el guión y obtuve todo el apoyo para seguir adelante.
El vestuario, el Colón y mucho más
Unos días después, estábamos con Jorge en el teatro Colón. Conocerlo por dentro realmente me impresionó, no solo su arquitectura sino la sensación que uno está dentro de una ciudad, con mucha gente.
Llevamos un tablero de ajedrez para que sirviera de modelo. Se tenía que confeccionar uno donde reproducir la partida viviente. Nuestro modelo era uno de cartón pintado, estilo un poco barroco, con filigranas en los bordes y con una franja de tela negra que unía ambas partes y permitía plegarlo. Nos llevaron con el jefe de escenografía, quien en su espacio nos mostró los trabajos que estaban haciendo para las próximas obras a estrenar y también vimos restos de otras obras pasadas. Todo era inmenso, sobre todo me llamaron la atención los telones como de 30 metros de altura. Acordamos las medidas del tablero, un metro cuadrado para cada escaque, los colores, el borde, el tipo de tela apropiada y nos dijeron que en un par de semanas lo tendrían listo.
El socio fundador Jorge Avakian se ocupó de gestionar la tela. Eran 90 metros cuadrados que la textil Danubio aportó (en aquel momento la empresa era el empleador de Avakian). Conseguimos el largo paño a precio de costo.
Luego fuimos a vestuarios. Pasamos por el área de costura, donde decenas y decenas de personas estaban trabajando con distinto tipo de prendas. Seguía impresionado por el despliegue. Finalmente acordamos lo necesario, 16 túnicas blancas, 16 túnicas negras, 8 cofias blancas para los peones y otras tantas para los peones negros. –¿Qué más necesitan? En realidad, pedirles era fácil, los peones ya están, falta completar el atuendo de reyes y reinas, alfiles, caballos y torres. Para eso nos llevaron a otro enorme depósito donde estaban los accesorios.
Había decenas de estanterías repletas de implementos de todo tipo, pensadas para completar la vestimenta de todas las óperas que el Colón había puesto en cartel durante décadas. Elegimos cinco coronas. Nos presentaron 4 hermosas cabezas de caballo que calzaban muy bien sobre nuestros hombros y nos detuvimos a pensar acerca de los alfiles. ¿Representarlos como elefantes y seguir el origen de la palabra alfil (viejo elefante)? ¿Usar la versión de bufón o arlequín con la que puede interpretarse? Nos decidimos por la de obispo (bishop en inglés) y por lo tanto recibimos 4 hermosas mitras, dos blancas y dos negras, adornadas con filigranas en dorado. ¿Y las torres? Nos propusieron utilizar unos estandartes, pero no vimos nada que nos haya convencido, nada que estuviera a la altura de lo que ya habíamos seleccionado. La gente del Colón nos despidió comprometiéndose a disponer todo en unos días, primero lavarían todas las túnicas, repasarían uno por uno los accesorios para que no faltaran piedras en las coronas o para que estuvieran bien cosidas las partes. Todo estaría disponible junto al enorme tablero de tela. Volvimos al club con el tema pendiente de las torres, justo nosotros, nuestro club, no podía defraudar con la imagen de una torre.
Alguien mencionó que según tenía entendido, un socio era escenógrafo y que tenía un taller que trabajaba para diferentes teatros, que esa misma noche debía venir al club, ya que tenía torneo. No puedo recordar su nombre. A la noche me lo presentaron. No me dejó entrar en detalles, solo me pidió que me acercara a su taller al día siguiente y que me daría una mano.
Era vecino del barrio de Almagro y se veía claramente en su taller que fabricaba partes de escenografía, vi varias piezas de madera pintada que representaban distintas imágenes, algunas combinadas con telas y también con partes metálicas. Había 4 o 5 personas dedicadas al oficio. Me preguntó qué idea tenía sobre como presentar la torre y mencioné como eran los caballos que el Colón nos ofreció. Tomó un lápiz, dibujó en un papel el diseño, estimó las dimensiones tomándome como modelo ergonométrico y elaboró la lista de las compras que debiera hacer: varios metros cuadrados de un tipo de cartón, y contact autoadhesivo blanco y negro para revestir. El pegamento y herramientas corrían por su cuenta.
Al día siguiente me explicó cómo hacer una de las torres y me dejó en claro que el resto quedaría bajo mi responsabilidad, era obvio, debía seguir atendiendo su trabajo. Terminé las 4 torres en dos días. Calzaban sobre los hombros, tenían un ventana en el frente para permitir la visual de los «actores» y 4 almenas cada torre que completaba el diseño. Quedaron muy bien.
El casting
Eran necesarios unos 40 «actores». Treinta y dos piezas, 2 jugadores, un fiscal/árbitro, 2 carceleros, un locutor y suplentes. Durante la semana fuimos convocando a los socios a una reunión para presentar el guión y seleccionar a los que se animaran a actuar o al menos comportarse solo como piezas.
Seleccionamos a los más altos como reyes, alfiles, caballos y torres y les asignamos, a quienes tuvieran un poco de histrionismo, los roles con escenas destacadas.
Hubo quienes ofrecieron sumar a primos, hermanos y/o amigos que estaban estudiando actuación para completar el plantel, pero preferimos, si se podía, resolverlo con gente del club, y así fue. En los roles destacados estaba Eduardo -el Toto- Zucotti y su divertida actuación como el caballo sordo, la memorable representación de Rodolfo Farall como uno de los carceleros, el juvenil Alejandro Barembaum, y su personaje Chupete como el rebelde jugador de negras, el presi Serrano representando el jugador serio de piezas blancas.
Clave resultaba el relator del juego y en ese caso surgió la colaboración de Horacio Raúl Olivera quien era un locutor profesional y padre del socio fundador del club.
Al escribir este relato, recibí la ayuda de mis amigos de Torre Blanca para confeccionar la lista de quienes se decidieron actuar/participar. Estuvieron presentes Rodolfo Stratta (ExFideo), Carlos López, Jorge Avakian, Horacio Rubén Olivera (TangoMike), Hugo Link, Pablo Lina (ElRuna), Mariano Varga, Graciela López, Judith Glancszpigel, Pablo Glancszpigel, Beatriz Zucotti, Inés Sarabia, Carlos Heyaca, Alicia Vázquez, Alejandra Tadei, Patricia Manterola, Haydee Farall, Graciela y Cecilia García (las mellizas), Félix Torres, Ingrid Bossero, Sergio Olivera, Ana Copelli y su hermano, Gabriela Castro, Marcela Casto, Alejandro Vázquez, Luis Trad, Carlos Hazarabedian, Gabriel Azpauzo y seguramente se me escapa recordar alguno que otro.
Los ensayos y la creatividad
Guionar una obra, diseñarla y plasmarla en un papel y luego al leerla estar convencido que es graciosa y/o entretenida no te garantiza que cuando sea interpretada se consiga el mismo efecto buscado. Doy fe.
Encontramos donde ensayar la obra, nuestro ajedrez viviente. Necesitábamos mucho espacio y que especialmente tuviera baldosas o demarcación similar en su piso para poder imaginar un tablero de ajedrez. No queríamos manchar anticipadamente el tablero de tela.
El gimnasio Don Bosco, del Colegio Salesiano de la calle Castro Barros e Hipólito Yrigoyen nos facilitó las cosas. Allí hicimos al menos dos ensayos completos.
Entre todos fuimos ajustando el libreto, cambiando gags, incluso rotando «actores»· para buscar el mejor desempeño o bien reemplazando los que finalmente preferirían un rol secundario ¿miedo escénico?
El guión creció, mutó, mejoró con la participación de todos. Por ejemplo, cada vez que un alfil/obispo capturaba una pieza, lanzaba una bendición hacia su «víctima». Esto solo fue posible con un grupo de socios, amigos, unidos por el ajedrez y un club que fomentaba y permitía desarrollar actividades más allá de lo establecido. La obra ya era una cooperativa de ideas y voluntades. Torre Blanca era también y lo es hoy cultura.
Tres presentaciones tres
En dos sábados y un domingo representamos el ajedrez viviente. La feria del Libro de 1977 finalmente tuvo más de 400.000 visitantes y es difícil calcular la cantidad de gente que se detuvo para observar nuestra representación. Muchos desde la planta baja, otros tantos desde la galería del primer piso, desde donde se disfrutaba mucho mejor.
La prensa cubrió bastante bien el evento, las fotos enmarcadas que están (estaban?) en las paredes de la sede de Bustamante son las que fueron publicadas por medios gráficos de la época. Recibimos muchos reconocimientos de los organizadores de la Feria, expositores y también de ajedrecistas. Me reservé la tarea de apuntador de los actores durante la representación. También tuve la oportunidad de observar al público y sus gestos de aprobación durante la representación. Fue muy lindo para mí. Pero en una de las presentaciones alguien se tuvo que ausentar y me tocó «actuar» como suplente. Me dijeron que no estuvo nada mal mi representación como torre negra. Destaco una vez más el desempeño de algunos de nuestros socios: Rodolfo era el carcelero. Se la pasó improvisando y sumando condimentos a su personaje. El carcelero aparecía en escena cada vez que se capturaba una pieza. Este se presentaba en el momento de la captura y llevaba a la pieza tomada hasta el sector de encarcelados. A veces rengueaba ostensiblemente de una pierna, otras veces no. Mientras la partida transcurría, anotaba en un cuadernito que él mismo se consiguió, el ingreso de nuevos «presos» y les tomaba lista. Además, simulaba sacar del bolsillo terrones de azúcar para darle a los caballos que estaban fuera del tablero. Era para darle un Martín Fierro.
[pgn]
[Event «Torre Blanca Ajedrez Viviente»]
[Site «Buenos Aires»]
[Date «1977.03.??»]
[Round «?»]
[White «Von Holzhausen, Walther»]
[Black «Kmoch, Hans»]
[Result «0-1»]
[ECO «B02»]
[PlyCount «56»]
[EventDate «1977.03.??»]
1. e4 Nf6 2. Nc3 d5 3. e5 Nfd7 4. Nxd5 Nxe5 5. Ne3 c5 6. Nf3 Nxf3+ 7. Qxf3 Nc6
8. Bb5 Bd7 9. b3 Nd4 10. Bxd7+ Qxd7 11. Qh5 Rc8 12. Bb2 g6 13. Qe5 f6 14. Qg3
Bh6 15. Rc1 O-O 16. h4 f5 17. f4 e5 18. fxe5 f4 19. Qg4 fxe3 20. Qxd7 exd2+ 21.
Kd1 dxc1=Q+ 22. Bxc1 Rcd8 23. Qh3 Nxb3+ 24. Ke1 Nxc1 25. Qc3 Rd4 26. Qxc5 Be3 {
Para la puesta en escena se hizo este final}
({La partida original continuó}26… Re4+ 27. Kd1 Rd8+ 28. Qd6 Rxd6+ 29. exd6 Rd4+ 30. Ke1 Nxa2 31. Rh3 Nb4
32. c3 Nc2+ {0-1 Von Holzhausen,W-Kmoch,H Giessen 1928})
27. Rf1 Bd2+ 28.Kd1 Rxf1# 0-1
[/pgn]
Recapitulación
No existe mucha documentación sobre esta presentación, solo algunas pocas fotos. Es por ello que realizo este relato. Recientemente, gracias a la investigación de Rodolfo Stratta puedo contar que se trató de una partida de 1928 y que amañé las últimas jugadas para hacerla más atractiva. Hace unos 10 años atrás, charlando con nuestro querido y recordado Nino en Torre, le ofrecí y luego llevé el cuaderno original del guión, el que escribí durante aquel fin de semana, seguramente con algunas correcciones que luego se hicieron sobre la marcha. Estaba convencido que era un documento que la institución debería guardar. Sin embargo, no se encuentra por ningún lado. Recuerdo que el socio Furrer, en algunas de las representaciones durante la Feria, puso en mis manos una filmadora portátil, diciéndome que debería filmar la obra y que no habría nadie mejor que yo para hacerlo. Así lo hice, pero años después el socio no recordaba nada, ni tenía más cámara alguna, desconocía que habían hecho con ella sus padres.
Torre Blanca llegó a tener 2000 socios y sus fundadores le dieron un vuelo distinto a lo que tradicionalmente se conoce como un club de ajedrez. Dejó «volar» a sus socios y no solo para que sean buenos ajedrecistas sino para que también fueran buenas personas. Y así sigue el legado.