Presidentes

1972-1975 Rufino Marín
1975-1976 Jorge Avakian
1976-1978 Jorge Serrano
1978-1979 Carlos E. López
1979-1980 Alberto Vinent
1980            José Rodríguez
1980-1982 Carlos E. López
1982            Jorge Sprovieri
1982-1983 Rodolfo Farall
1983-1995 Juan Angel Mas 
1995-1998 Jose Di Doménico
1998-2001 Alejandro Rey
2001-2008 Juan Angel Mas 
2008-2010 Adrian Roldán
2010-2017 Juan Angel Mas 
2017 -actual   Leandro Plotinsky


Rufino

Escribe Hugo Link

Torre Blanca no sería lo que hoy es, si no hubiera contado con los formidables dirigentes que a lo largo de 5 décadas tomaron el timón, y lo guiaron entre tantas tempestades y contratiempos.

Probablemente existiría igual, pero con la falta de algunos rasgos que le son propios y exclusivos, aportados a través del tiempo por una pléyade de apasionados y comprometidos socios.

Lo que sí es seguro, es que el club no habría nacido si no hubiera germinado en los sueños primero, y en la tenacidad después, de Rufino Marín.

Utilizando un término aún no creado en aquel entonces, o que por lo menos no era tan popular, Marín y su proyecto eran indudablemente contraculturales para la época. El ajedrez funcionaba encapsulado en un cúmulo de sectarismos, ya que era indiferente a los jóvenes y a las mujeres, temía a la popularización, y negaba su utilización como herramienta formativa.

La actividad era mayoritariamente regulada por un pequeño grupo de figuras que constituían una elite impenetrable, que no transmitía ni compartía nada con quienes le eran ajenos, y se reservaba los pocos beneficios disponibles.

Acompañado de un reducido pero abigarrado grupo de jugadores, Marín se embarcó en una suerte de cruzada, en la que mayoritariamente iba a encontrar obstáculos, adhesiones volátiles que mutaban en rechazos, y una variedad de actitudes discriminatorias por parte del “ambiente”, aterrorizado por sus ideas renovadoras.

Viendo lo que es hoy Torre Blanca y su condición de institución líder en el ajedrez argentino, es muy difícil imaginar y entender lo que aquel grupo sufrió y luchó para que el proyecto no sólo no naufragara, sino que terminara demostrando que era posible, y beneficioso.

De igual modo es casi imposible describir en un texto como era Marín, y transmitir una semblanza que lo revele a aquellos que no lo vieron en acción. Pero en una fecha tan importante para el Círculo, y a sabiendas que el tiempo desvanece todo aquello que no se documenta, creo que es válido dejar testimonio.

Marín era un soñador, condición muy loable aunque insuficiente para lograr resultados, pero esencialmente fue un hacedor incansable, tan imaginativo como impermeable a las frustraciones, y los fracasos circunstanciales. Era visceral, sanguíneo y exultante, no disimulaba sus broncas, pero no hacía del rencor y el resentimiento una forma de vida. Su capacidad realizadora era apabullante, era difícil seguirlo, pero imposible no hacerlo habida cuenta de la convicción con la que iba hacia adelante.

Marín construyó una institución de la nada, sin ningún tipo de asistencia económica, sorteando adversidades, desconfianza y hostilidad. Pudo hacerlo porque además de su propia capacidad, supo formar un grupo humano muy especial, y esa fue una de sus principales virtudes. Un puñado de jóvenes inteligentes e idealistas dispuestos a renunciar a la confortable abulia que predominaba en nuestro medio, para buscar algo mejor.

Me permito esta apreciación porque pese a estar relacionado con muchos integrantes de ese grupo, que eran y son mis amigos, yo no formé parte del peregrinaje previo, ni de la fundación del club.

Hace poco vi un video del maestro Guillermo Llanos, a quien no tengo el gusto de conocer en persona, en el que a partir de la afirmación “Soy de Torre” manifestaba su amor por el club, rememoraba momentos valiosos que en diferentes momentos de su vida y de su trayectoria disfrutó allí, y rescataba en cálido homenaje la figura de Nino Más, otro de los próceres inolvidables de Torre Blanca. Como es lógico, el maestro Llanos se refirió a su tiempo y sus referentes, pero con toda seguridad otros socios hubieran expresado sentimientos y reconocimientos semejantes, respecto de las épocas que les tocó vivir en el club.

Y este creo yo que es el verdadero y principal legado de Marín, saber no sólo crear la mística y el sentido de pertenencia, sino también transmitirla de forma tal que muchos que no lo conocieron o no lo vieron actuar, nos lo recuerden en sus mismas palabras, su irreductible convicción, y su fuego sagrado.

Cada vez que escuchemos o digamos “soy de Torre”, sabremos que Marín llegó a la meta, y nosotros también.


Nino

Escribe Carlos Eugenio López

Si escribiéramos la historia del Círculo de Ajedrez Torre Blanca sin mencionar a Juan Ángel Mas le estarían faltando una gran cantidad de páginas a nuestro libro pero -sobre todo- nos faltaría el amor y la pasión que Nino entregó desinteresadamente a Torre Blanca en sus 26 años al frente del mismo.

Su paso por el club es cercano en el tiempo, por lo tanto, la mayoría de los socios conoce su trayectoria, ya sea porque la vivió o la escuchó o la descubrió en cada rincón de sus salas. Pero vale la pena recordar al menos algunas de las enormes cualidades que lo transformaron en un prócer de nuestra Institución y en uno de los más importantes dirigentes del ajedrez nacional.

A principio de los años 80 Nino concurría a jugar ajedrez a la plaza Almagro (vecina de nuestra Sede); fue en ese lugar donde ya demostró su capacidad organizativa y su innata condición de dirigente que, con el tiempo, lo transformaría en Presidente del Circulo de Ajedrez Torre Blanca, Presidente de la FADA y Delegado argentino a la FIDE. En un reportaje que se le hizo para nuestro boletín Nino nos habla de aquellos, sus primeros pasos: …  “Participaba en aquel entonces de la actividad de ajedrez que se desarrollaba en la Plaza Almagro. Recuerdo con satisfacción que en pocos meses organizamos un torneo por sistema americano de 88 (¡!) participantes” Toda una hazaña teniendo en cuenta la informalidad e incomodidad de desarrollar la actividad en una plaza. Y en el mismo reportaje manifiesta ”Un poco corridos por la lluvia y las frías tardes de invierno y engañados de nuestra fuerza ajedrecística decidimos ir a probar suerte al viejo Torre…allá en Díaz Vélez

Y así llegó Juan Ángel Mas a nuestra institución dando comienzo a una trayectoria que se inició con la primera tarea voluntaria que asumió: ordenar y organizar la biblioteca. Desde entonces quedó sellado un compromiso de amor inquebrantable por Torre Blanca, que Nino sostuvo con una entrega total, contagiando a quienes lo rodeaban. Y con su trato afable y cordial contribuyó a sembrar una fluida y estrecha relación con la masa societaria que acentuó el sentido de pertenencia que ya existía en todo “torreblanquino” desde la génesis del club.

No es mi intención en esta nota enumerar todos los logros de su dilatada gestión al frente  del club, que fueron muchos; generalizar, sí, que durante su mandato Torre Blanca se consolidó como potencia del ajedrez nacional, tanto en lo deportivo (dos campeones mundiales e innumerables campeones argentinos en distintas categorías) como en lo institucional, tarea que realizó siempre sin renunciar a los postulados de nuestros estatutos: “…Promover y difundir la práctica del juego de ajedrez en todos los niveles…”. Y en los cargos que ocupó en las distintas Instituciones donde le tocó actuar (nacionales e internacionales) enarboló y defendió inclaudicablemente los principios que dieron origen a Torre Blanca.

En los últimos años, cansado y con problemas de salud, resistió estoicamente y casi en soledad la clausura del club tratando, por todos los medios posibles, de evitar la disgregación social y consiguiendo espacios alternativos para la continuidad de las actividades.

Nino nos dejó hace algunos años, pero su legado y su ejemplo siguen presentes en la pujante actividad del club y en los nuevos dirigentes que tomaron la posta.

Tuve el privilegio de ser su amigo, compartimos tareas, “pingpones” y tertulias, no le conocí pareja con la que compartiera la vida; alguien dijo “Nino está casado con el club” y en cierto modo tenía razón. Torre Blanca era todo para él y al club le dedicó apasionadamente su vida.